llover sobre mojado (reflexiones que no te tocan)

Quizás fue demasiado tarde para encontrarte.

Ese día en el que me crucé contigo en la calle
–perdidos-,
y te miré a los ojos, y me extrañé en ellos
sin saber por qué.
El día en que oí tu voz en la noche,
y creí que la mía quedaría cristalizada en el silencio
y que no llegaría nunca al diálogo contigo,
o al ensueño.
No sé.
Me acuerdo bien de esos días en la gran ciudad
de las ciudades minúsculas:
la ciudad en la que cabe tanta gente en una calle,
en un café, o en un bus;
tanta gente desconocida
con rumbos paralelos.

Ahí creí conocer una parte de ti,
(o eso pensé en el momento)
mientras paseaba feliz de saberme olvidada
porque nadie iba a elegir mi nombre al azar,
y gritarlo.

Mi confusión te buscaba en el libro que leía,
en la voz de la cantante esa que conocí contigo…
en cada rincón encontraba
la mezcla de dos pronombres:
tu, y yo,
dos sílabas cortas que son cada vez más grandes.

Y parece mentira, después de tantos meses,
que todavía sigas aquí
–¡tan lejos!-
sin saber lo que pasó
en la ciudad de adoquines húmedos…



Si vuelves a mí algún día
querré llamarte tal vez por tu nombre,
más lejos de tu pronombre.
Querré dibujarte en la palabra sencilla
que contiene tu vida,
y amarte para siempre aunque no sepas que existo
ni que te pienso en voz alta.


Quiero andar descalza aunque el suelo resbale.

¿Sabes?
a veces llueve sobre mojado
y no es tan absurdo que nos guste pisar el barro, …
más absurdo es hacer callar los versos
y dejar que enmudezcan
sin arriesgarse la voz.

Pero si acaso vuelves, acuérdate de esto:

somos versos de polvo
como el rastro que dejan las estrellas en lo vacuo,
en la inmensa confusión.

Somos lo que fuimos, sin saberlo,
incluso somos parte de aquello de lo que escapamos…


Somos, en fin,
el trayecto que dibuja un globo
cuando huye hacia las nubes. Muy alto,
más alto.

Eso somos:
mucho más.

Si acaso vuelves acuérdate sólo que quise tu voz,
y que eso me salvó.